Diego Alonso ya no quiere hablar de Okupas. Tampoco quiere ser
simplemente el negro grandote con voz ronca y aspecto de marginal. Pero
mucho menos un personaje de los clásicos que circulan por la fama.
Lo
analiza en los papeles que le dan a Facundo Arana, en cómo hizo
Cárceles, en cómo Graña le copió una idea, en los egos en la tele y en
el lobby de hacer bien su trabajo. Todas trompadas de un tipo que hace
boxeo y que se pelea constantemente con la vida.
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